Jacques Prevert – Intento de descripción de una cena de mascarones en París de Francia

Afuera es primavera, hay animales, flores, en el bosque de Clamart se escuchan los gritos de los niños que se divierten; es primavera: hace calor. Enamorados, los fósforos de madera se regodean al ser frotados en el cerillero; es primavera, acné de colegiales, y he allí a la hija del sultán y al domador de mandrágoras, he allí los pelícanos, las flores en los balcones, he allí las regaderas, estamos en la estación más bella del año.
El sol brilla para todo el mundo, no brilla en las prisiones, no brilla para los que trabajan en las minas, los que descaman el pescado.

Los que comen carne podrida.

Los que fabrican horquillas para el pelo.

Los que soplan las botellas que otros beberán.

Los que pasan las vacaciones en las fábricas.

Los que ordeñan las vacas y no beben la leche.

Los que no son anestesiados en el consultorio del dentista.

Los que fabrican en los sótanos las lapiceras con las que otros escribirán al aire libre que todo marcha a las mil maravillas.

Los que tienen demasiado que decir para poder decirlo.

Los que tienen trabajo.

Los que no lo tienen.

Los que lo buscan.

Los que no lo buscan.

Los que dan de beber a los caballos.

Los que tienen casi semanalmente su pan de cada día.

Los que en invierno se cobijan en las iglesias.

Los que el sacristán manda a cobijarse a la calle.

Los que se estancan.

Los que querrían comer para vivir.

Los que son comprometidos, los que son despedidos, los que son ascendidos, los que son disminuidos, los que son manoseados, los que son investigados, los que son apaleados.

Los que son prontuariados.

Los que se eligen al azar y son fusilados.

Los que no saben comportarse en ningún lugar del mundo.

Los que jamás vieron el mar.

Los que huelen a lino porque trabajan el lino.

Los que no tienen agua corriente.

Los que envejecen más rápidamente que los otros.

Los que se mueren de aburrimiento los domingos por la tarde.

Porque ven llegar el lunes,

Y el martes y el miércoles y el jueves y el viernes,

Y el sábado.

Y la tarde del domingo.

Charles Baudelaire – El sabor de la nada

Mi alma amó en otro tiempo la lucha encarnecida.
La esperanza, que antaño espoleaba su ansia,
ya no atiza sus fuegos. Sin pudor ni arrogancia,
hoy se acuesta cansada, como una bestia herida.

Resígnate, alma, y duerme tu sueño, embrutecida.

¡Alma vencida y rota! Para tu vieja errancia
ni el amor ni la lucha son cosa apetecida.
¡Adiós, pues, flauta y cobres! Mi alma ensombrecida
y triste ya no entiende las dichas de su infancia.

¡El abril adorable perdió ya su fragancia!

Traga el Tiempo -minuto por minuto- mi vida,
como absorbe la nieve un cuerpo en su sustancia.
Viendo la redondez del globo a la distancia,
ya ni siquiera aspiro a hallar una guarida.
¡Avalancha, avalancha, llévame en tu caída!
Traducción: Andrés Holguín


Victor Hugo – Mañana, al alba…

Mañana, al alba, cuando esté blanco el campo
Saldré. Ya ves, bien sé que tú me esperas.
Cruzaré por los bosques, cruzaré la montaña.
No puedo estar más tiempo alejado de ti.

Llevaré la mirada fija en el pensamiento
Sin ver nada exterior, sin oír ruido alguno.
Ignorado, doblado, solo, las manos juntas,
Triste, y para mí el día será como la noche.

No he de mirar el oro de la tarde que cae,
Ni las velas lejanas que bajan hacia Harfleur,
Y cuando llegue allí pondré sobre tu tumba
Ramas de verde acebo y de brezos en flor.

(Traducción: Miguel Frontán Alfonso)

José Emilio Pacheco – Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Rodolfo Enrique Fogwill – Llamado por los malos poeta

Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.

Que en ellos viva la poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.

Que florezcan diez maos en el pantano
y en la barranca un Ele, un Juan,
un Gelman como elefante entero de cristal roto,
o un Rojas roto, mendigando
a la Reina de España.

(Ahora España
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
y Rey del reino. España es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).

Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.

A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.

Todo eso abunda: faltan los poetas,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su libro de mierda. Faltan,
sus ensayitos y sus novela en preparación.
Ah.. y los curricola,
y sus diez mil applys nos faltan.

No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos poetas. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
relecturas, incordios,
folios de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios,
tiempo perdido como todo.

Se necesitan poetas gay, poetas
lesbianas, poetas
consagrados a la cuestión del género,
poetas que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de escribir.

Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.

Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.

Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles…)

Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web…).

Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor…)

Una poesía explosiva: etarra, ética,
poéticamente equivocada.

En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan
poetas y más malos poetas:
grandes poetas celebrados pequeños,
poetas notorios, plumas iluminadas,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.

En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los flippers,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.

¿Habrá en la tropa?
¿En los balnearios, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo el sol quieto?
¿A solas con su lengua?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?

No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria lingual.

Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
Falsifiquemos el deseo:
Te necesito nene.
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de poesía que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
que me acarices con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.

Y en medio del camino, en el comienzo
de la comedia terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.

Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.

Y arriba España es un panal
de hormigas orientales:
rumanas, tunecinos,
suecas a la sombra de un Rey.

Riámonos del Rey.
De su fealdad.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de España
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espada pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.

¡Ay, lengua:
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
suturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..!

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