Luis Eduardo Aute – Me va la vida en ello

Cierto que huí de los fastos y los oropeles
y que jamás puse en venta ninguna quimera,
siempre evité ser un súbdito de los laureles
porque vivir era un vértigo y no una carrera.

Pero quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello…
dímelo…
me va la vida en ello.

Cierto que no prescindí de ningún laberinto
que amenazara con un callejón sin salida
ante otro “más de lo mismo” creí en lo distinto
porque vivir era búsqueda y no una guarida.

Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio
quise quemarla deprisa jugando con fuego
y me abracé defendiendo mi propio criterio
porque vivir era más que unas reglas en juego.

Cédric Klapisch – París

[…]
— No lo tome a mal, pero… No creo en nada de esto… Siempre encontré esto muy ridículo.
— ¿Qué quiere decir con «esto»?
— Usted, esto, el diván, el psicoanálisis.
Siempre encontré esto completamente estúpido.
Lo encuentro tonto.
— ¿Sí?… ¿Entonces por qué vino?
— Evidentemente no sé bien por qué he venido.
Pero el problema es que no creo en nada de esto.
Es preciso ser demasiado ingenuo para hacerlo, ¿verdad?
— ¿Para hacer qué?
— Para ir, contar su vida, su infancia.
Con toda esa cosa del complejo de Edipo. «Estoy muy apegado a mi mamá. ¿Es eso grave?»
«Doctor, ¿cuánto le debo?»
Tiene algo de patético, ¿no?
— No.
— No puedo creer que sólo recostándose sobre ese diván…
…y despotricando horas sobre su pasado…
…se pueda llegar a, cómo decirlo… curar las penas.
Soy pragmático, ¿me entiende?
Soy concreto, entonces… todas esas cosas de gurúes, no me van.
Soy lo contrario a un ingenuo. Sólo creo en lo que veo.
— ¿Y usted qué ve?
— Bueno…Soy historiador.
En mi trabajo avanzamos tras pistas tangibles.
Ustedes dicen: «Este tipo está muy mal». Está realmente mal, entonces viene aquí.
No admite que está realmente mal, aparenta que está muy bien.
Pone en juego sus mecanismos de defensa, como dicen ustedes.
¿Así es como dicen ustedes?
— No, no.
Yo lo escucho.
Si ha venido aquí será porque
usted siente que algo anda mal.
Usted habla de «pistas tangibles».
¿Qué clase de cosas tangibles lo han traído aquí?
— Tengo un nuevo trabajo desde hace unas semanas.
Hago una tarea de divulgación para la televisión.
Y hace unos días, me quebré completamente.
Me quebré completamente, es la primera vez que me pasa.
Ahora tengo miedo.
Tengo miedo. Tengo…una angustia que no llego a comprender
Es raro, no la comprendo.
Siempre fui bastante bueno para analizar las cosas…descubrir algo que no funciona, resolver problemas.
Resolver problemas es mi actividad básica.
He pasado mi… Discúlpeme.
No puedo.
No puedo.
Es completamente estúpido…
Lloro como un idiota.
Usted es bueno, ha ganado.
— No, no he ganado nada. No me causa placer que usted se ponga a llorar.
— No es tan grave, vamos.
— Sí, hay cosas graves. Llorando reconoce que hay un sufrimiento en algún lugar.
Ha comprendido algo muy importante.
— ¿He comprendido algo?
— Sí. Comprendió que el inconsciente existe.
Acabo de darle una prueba tangible, como usted dice.
A menudo decimos que al ir a ver a un psicoanalista…el paciente ya ha hecho la mitad del camino.
¿Algo que haya sucedido recientemente en su vida?
— No, aparte de mi nuevo trabajo.
Bueno, sí. Pero usted se va a burlar en mi cara.
— No estoy aquí para burlarme de usted. Entonces, dígame.
— Algo que quizás no tenga ninguna relación.
— Adelante.
— Mi papá murió hace un mes.
— Efectivamente.
— Perdón.
— Discúlpeme.
[…]

Dario Jaramillo Agudelo – La muerte de Alec

[…]

Invirtiendo las leyes, he llegado a imaginar el momento en que cada hombre sepa cuándo va a morir, que algún científico loco descubra esa señal orgánica que todos traemos al nacer y que indica exactamente nuestro plazo de vida; y que la vida de cada hombre se organize sobre el dato exacto de su duración. Cuando esto llegue, si llega, las religiones se volverán un mal negocio hasta en California y la sociedad será radical e impredeciblemente distinta.

[…]