Henri Cartier-Bresson – El relato fotográfico

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Es a partir de nuestro propio ojo que el espacio comienza y se va abriendo en una disyunción que se ensancha progresivamente hasta el infinito. En el tiempo presente, el espacio nos impacta con mayor o menor intensidad y luego nos deja (visualmente) para ser aprisionado en nuestra memoria y modificado allí. De todos los medios de expresión, la fotografia es el único que fija para siempre el instante preciso y fugitivo. Nosotros, los fotográfos, tenemos que enfrentarnos a cosas que están en continuo trance de esfumarse, y cuando ya se han esfumado no hay nada en este mundo que las haga volver. Evidentemente, no podemos revelar y copiar un recuerdo. El escritor tiene tiempo para la reflexión, puede aceptar, rechazar y aceptar de nuevo; y antes de llegar a plasmar en el papel sus pensamientos tiene la ventaja de congregar los distintos elementos pertinentes. También existe un momento en que su mente “olvida” y su subconsciente trabaja en la clasificación de sus pensamientos. Pero para los fotográfos lo que pasó, pasó para siempre. De esta certidumbre nacen los temores y la fuerza de nuestra profesión. No podemos reconstruir nuestro relato una vez que estemos de regreso al hotel. Nuestra tarea es percibir la realidad, casi simultáneamente registrarla en el cuaderno de apuntes que es nuestra cámara. No debemos manipular ni la realidad mientras fotografiemos, ni los resultados en el cuarto oscuro. Estos trucos son fácilmente identificables para aquellos que saben usar los ojos.

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