[…]
– Di algo, Antoine. Habla, habla, carajo!
¡Reacciona, no te quedes así! Dime que es una pesadilla.
Lo que sea, pero dame una razón para intentar comprenderlo.
– Una razón. Quieres una razón. ¿De verdad?…
Muy fácil. Me aburro.
Todo me aburre.
Una mujer encantadora, hijos adorables, una casa preciosa
y gano mucho dinero, no hay nada fuera de lugar.
Una vida de estupidos.
Míranos, mírate, mírame.
Aún somos jóvenes, no estamos mal, pero, ¿para cuánto tiempo?
Podemos morir mañana.
– Como todos.
– Sí, es verdad, como todos.
Una mañana, ya está, se acabó el tiovivo, puedes bajar, te ha tocado, pero no has visto nada.
Como vivir en un palacio y solo conocer el retrete.
– Qué poético.
– Tú, por ejemplo, ¿cuántos momentos buenos has vivido desde que naciste?
– Vamos. ¿Cómo voy a saberlo?
– Te lo diré. Como mucho, suman un año, siendo generoso.
El resto, has dormido, cocinado, limpiado, has cumplido.
La vida de verdad, la auténtica, ¿qué es?
– Estás loco, Antoine.
– El dinero, la comodidad, ¿estamos aquí para eso?
– ¿Y eso justifica tu desliz de esta tarde?
– Perdona, pero no necesito coger, sino sentirme vivo.
¿Lo entiendes?
¡Vivo!
[…]