Frank Darabont – The Green Mile (La milla verde)

— Tú te irás como todos los demás
   y yo tendré que quedarme.

   Con el tiempo moriré.
   De eso estoy seguro.

   No tengo ilusiones de inmortalidad.

   Pero habré deseado morir…
   mucho antes que la muerte me llegue.

   En verdad, ya lo deseo.

[…]

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Julian Schnabel – Le scaphandre et le papillon (La escafandra y la mariposa)

— Hoy mi vida parece una sucesión de pequeños fracasos…

   Mujeres que no supe amar, oportunidades que no aproveché,
   momentos de felicidad que dejé escapar…

   Una carrera cuyo resultado
   conocía de antemano, pero no escogí al ganador…

   ¿Habré sido ciego y sordo, o hacía falta un desastre
   para que hallara mi verdadera naturaleza?…

[…]

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Juan José Campanella – El secreto de sus ojos

— Bueno, dale, decime,
— ¡nah!, es una novela…
— aja
— En una novela no hace falta escribir la verdad, ni siquiera algo creíble
— ¡no!, no cómo, ¿qué no es creíble?
— ¡ah!, Benjamín…, la parte esa cuando, cuando el tipo se va a Jujuy
— sí, qué pasa…
— El tipo llorando como si fuera un desgarro
— sí, y qué
— y ella corriendo por el andén como sintiendo que se iba el amor de su vida
— bueno…
— y tocándose las manos a través del vidrio como si fueran una sola persona, y ella llorando, como si supiera que le esperaba un destino de mediocridad y desamor, casi cayéndose en las vías, como queriendo gritar un amor que nunca se había animado a confesar
— sí, sí fue así…, ¿o no fue así?
— …y si fue así…, por qué no me llevaste con vos.

[…]

— Y cómo sigue el expediente [la novela]
— no sé, si querés puedo poner que el tipo se pasó 10 años contando guanacos en la Puna de Atacama… y que cuando volví te encontré fiscal, casada, con dos hijos, ¿querés que ponga eso?
— sí, o que él volvió casado con una muñequita, Jugenia, preciosa, aristocrática…
— era una chica divina, qué culpa tenia ella si no la pude querer
— …qué final desagradable esta novela, eh!
— si, de mierda!…, ves!, no quiero dejar pasar todo de nuevo, cómo puede ser, cómo puede ser que no haga nada;
hace 25 años que me pregunto, y hace 25 años que me contesto lo mismo: dejá, fue otra vida, ya está, ya pasó, no preguntes, no pienses. No fue otra vida…, fue esta…, es esta. Ahora quiero entender todo…, ¿cómo se hace para vivir una vida vacía?, ¿cómo se hace para vivir una vida llena de nada?…, ¿cómo se hace?

Domingos de Oliveira – Todas As Mulheres Do Mundo (Todas las mujeres del mundo)

– ¿Qué pasa con la libertad?
   El amor consume la libertad,
   destruye la iniciativa propia.
   Lleva a la acomodación,
   destruye la individualidad,
   conduce a la debilidad.

   Estar solo.
   El hombre más fuerte es el que está solo.
   No hay manera… No hay manera con el amor.

   El otro día un amigo mío me preguntó…
   ¿cuántas mujeres has amado?
   Doscientos treinta y cuatro.
   Sin tener en cuenta a mis profesoras de secundaria.
   He visto todo tipo de experiencias.
   Compromisos, aventuras peligrosas…
   citas, concubinato, amistades sólidas…
   homosexualidad y cosas aún más difíciles.
   Sin mencionar el matrimonio.
   Un fracaso total.

   E incluso si el amor fuera posible…
   ¿cómo elegir a una mujer?
   Hay demasiadas mujeres.
   Todas diferentes…
   forma, tamaño… color, personalidad.
   Es impossible elegir.
   Es impossible elegir.
   Es impossible elegir.

   Sé que no soy guapo, pero eso no es importante.
   Si durante la época de mis padres o los abuelos
   tal vez era posible, ahora no.
   Las mujeres decidieron ser independientes.
   Lo que sin duda empeora las cosas.
   No hay manera.
[…]

Louis Malle – Zazie Dans Le Metro (Zazie en el metro)

— Debo confesar algo que me pesa.
   Debería contarlo todo, pero no hablaré de mi infancia ni juventud,
   ni de mi educación, pues no tengo,
   ni de mi formación, porque tengo poca…
   Sobre este último punto ya está todo dicho.
   Paso ahora a mi servicio militar sobre el que no insistiré.
   Soltero desde mi más tierna juventud
   la vida me ha hecho lo que soy, subir, bajar, bajar y subir.
   Ir y venir. Tanto hace el hombre que acaba por desaparecer.
   Un taxi le lleva y un ascensor le sube.
   No tiene cuidado con la torre ni con el Panteón.
   París es una ilusión, Zazie es un sueño,
   y toda esta historia es la ilusión de un sueño.
   Toda esta historia es la ilusión de un sueño.
   Toda esta historia es la ilusión de un sueño.
[…]
   Allí…, a lo lejos, las tumbas se abarrotan de parisinos que existieron
   que subieron y bajaron las escaleras,
   que fueron y vinieron por las calles.
   Que tanto hicieron que al final desaparecieron.
   Les mueve el placer, les transporta un coche fúnebre.
   La torre se oxida y el Panteón se agrieta
   más rápido que los huesos de los muertos.
   Y no se disuelven en el humus de la ciudad
   impregnada de preocupaciones.
   Pero yo estoy vivo, y aquí se acaba mi saber.
   Porque del «taxímano» y de mi sobrina, suspendidos a 300 metros,
   y de mi esposa, la dulce Albertine en su hogar, no sé nada
   en este preciso instante.

   Sólo sé que están casi muertos porque están ausentes.
   Están casi muertos porque están ausentes.
   Nada les mueve, nada les anima, nada les transporta.

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