[NOVELA]
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Raskólnikov le apretó la mano, y salió. Se sentía enormemente desgraciado. Si, en aquel momento, le hubiera sido posible ir a alguna parte, adondequiera que fuese, y quedarse en ella completamente solo, incluso toda la vida, se habría considerado feliz. Pero en los últimos tiempos, aunque casi siempre estaba solo, no podía de ningún modo tener la impresión de soledad. A veces salía de la ciudad, iba por el camino real; en cierta ocasión, incluso penetró en un bosque; pero cuanto más solitario era el lugar, tanto más intensa era la sensación que experimentaba de que tenia cerca a alguien, la cual, sin ser terrible, le desazonaba, de modo que se apresuraba a regresar a la ciudad, a mezclarse con la gente; entraba en un figón o en una taberna, iba al Rastro o a la plaza del Heno. Ahí la sensación era menos penosa y a él le parecía hallarse más solo. En un fonducho al atardecer, había gente cantando canciones; Raskólnikov se pasó una hora entera escuchando, y más tarde recordó que le había resultado muy agradable. Mas, al fin otra vez la inquietud se apoderó de él; era como si un remordimiento de conciencia comenzara de pronto a torturarle. <<aquí estoy oyendo cantar canciones. ¿Es esto, acaso, lo que debo hacer?>>, pensó con mayor o menor claridad. De todos modos, al instante se dio cuenta de que no era aquello lo único que le inquietaba; había algo que requería una solución inmediata, algo que ni se podía abarcar con el pensamiento ni había modo de expresarlo con palabras. Todo se le embrollaba en la cabeza.
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